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Apitatán: Los murales que dan color a Ecuador

Si estás leyendo esto es porque eres parte del primer grupo de lectores en conocer este nuevo segmento: Arte y Cultura. Una sección con la que esperamos abrirte las puertas a un espacio de sensaciones, miradas distintas, reflexiones y encuentros especiales, creados por personas que no tuvieron miedo de indagar, explorar y dedicarse al mundo del arte: complejo de entender, pero fácil de sentir.

“El arte ha sido una herramienta, un lenguaje, un canal de expresividad que ha estado muy ligado a mi esencia a lo largo de la vida”, nos cuenta Juan Sebastián Aguirre, durante una conversación en la que reconocimos la cara detrás de los característicos murales que han logrado darle color a todo el país, con la firma de Apitatán. Un seudónimo que surgió por no saber cómo pronunciar su nombre cuando era pequeño, en la misma época en la que supo que el arte sería el núcleo de su vida.

Cuando supimos que tendríamos la oportunidad de conocer a este personaje, nos planteamos un sin número de preguntas que nos permitan un acercamiento, ya que lo único que sentíamos con el artista era como estar en una obra de teatro: lo vemos de frente pero no sabemos qué está detrás del telón. Viajamos a Quito y nos encontramos con él en Somos, un restaurante en donde exponía Huasipichay.  

En sus palabras de esto se trataba la exposición: “Una selección de obras que van en torno a las aristas que definen mi trabajo: el autorretrato, lo cómico, lo satírico. Hay unas más profundas, otras con aspectos de la poesía o lugares muy íntimos como lo son mis cuadernos de dibujo, mis bocetos y, sin duda, trabajos ligados al tema de las creencias más mestizas, la música, todo lo que define nuestra cultura. Los murales están en la calle para que todos los vean, pero esto es un lugar más íntimo, donde puedes venir a conocer más, a indagar más sobre los conceptos que definen mi trabajo”.

Cuando caminamos con él, mientras nos enseñaba cada pieza, pudimos notar que todas eran distintas, pero esencialmente iguales. Cada trabajo tenía una historia, una inspiración, una fuente, un objetivo diferente, pero todas mantenían una esencia, aquello que nos hacía pensar: “definitivamente podemos ver a Apitatán en cada trazo”.

Reconoció nuestra intriga y nos respondió: “Mi arte es un reflejo de mi propia esencia la cual está bastante ligada a una búsqueda de identidad. Siento que como mestizo ecuatoriano que habita este siglo y estas tierras, vivimos una carencia de identidad muy marcada, fruto de la globalización. Estamos en un momento en el que consumimos la misma música, la misma vestimenta, la misma comida que en todo el planeta. Pienso que en la diversidad está la riqueza y sobre todo en un país como el nuestro que es pluricultural y mega diverso, es importante mantener esas tradiciones y la esencia que nos hace únicos para tratar que esas cosas permanezcan”.

Es enriquecedor saber cómo podemos tocar temas poco pensados, cuestionados y entendidos a través del arte. Estamos constantemente sumergidos en cantidades enormes de información y muchas veces olvidamos dónde estamos parados. Definitivamente, Apitatán nos llevó a un momento de reflexión que nos recordó la importancia de regresar al lugar de inicio, para obtener como resultado un trabajo que por ser real y auténtico, llega a tocar nuestras sensaciones y hace que nos identifiquemos con ello.

Otra de sus reflexiones principales fue la siguiente: “Cuando pintas en el espacio público, tienes una interacción con la gente y es única. Es algo que no sucede en el taller, sino que es exclusivamente de la calle. Esa democratización del arte es lo que a mí me llama mucho la atención porque lo ponemos en un lugar donde no existe precio para entrar y no existen horarios de visita, sino que está expuesto todo el tiempo. No importa si tienes o no educación en el tema, si eres entendido o no en el arte, igual puedes disfrutar de las imágenes que están puestas en la calle”.

Además, tuvimos que conocer un poco más sobre sus tecnicismos y sentimientos cuando debe desarrollar sus grandes murales expuestos a lo largo de todo el país y más partes del mundo: “Bueno, los requerimientos técnicos para hacerlos muchas veces implican manejar maquinaria para poder alcanzar la altura, por ejemplo, en Asunción – Paraguay pinté un edificio de diez pisos, es el muro más alto que he hecho y me tomó nueve días realizarlo. Claro que estar tan despegado del suelo generalmente es un poco difícil, pero uno se concentra en la planificación previa que tuvo para realizar la obra y en hacerlo poco a poco. De esa forma, se consigue el objetivo, sin mirar hacia abajo”, concluyó riéndose. 

Desarrollar este nuevo segmento con Apitatán fue necesario para nosotros, ya que nos recordó que se puede dejar huella, como nos dijo él: “…encontrando equilibrio. Hay que saber escuchar al cuerpo sin llevarlo a los extremos, sino saber dialogar y encontrar los tiempos adecuados para cada cosa”. Si tenemos una meta por seguir, una sensación por descubrir, un encuentro con nosotros mismos, hay que hacerlo: sin mirar hacia abajo.

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