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Diego Arteta y sus búsquedas

La cadencia de la arquitectura en el diseño interior

Hablar con Diego Arteta es dejarse llevar por una sinfonía, al ritmo de la arquitectura desde una reflexión clarísima sobre el sentido de su arte.

Empecemos por su formación académica, que refiere como “bastante complicada”, en los convulsos finales de los setenta pasó por siete universidades, Londres, Madrid, Roma… incluso fue a parar a París y fue parte del Mayo del 68, y esas, él sabe bien que son cosas que marcan. Con un inmenso bagaje cultural regresó a Quito, para finalmente graduarse como arquitecto. Aunque no estuvo en su ceremonia de incorporación porque había volado para Nueva York, donde sí se quedó quieto cinco años, si se puede llamar así a estudiar y trabajar por un lustro en la ciudad de ciudades “el centro del mundo, una urbe que te atrapa, de la que no quieres irte”. Ahí aprendió un parámetro que ha regido su vida profesional: el concepto de lo unitario en el diseño, todo debe producir armonía. Pero nuevamente se fue (o volvió) sin entender bien ese imán con su propia tierra, y así sigue nuestra charla:

¿Cómo podríamos definir las etapas de tu carrera?
Mi carrera es ya una carrera de muchos, muchos, muuuuchos años. Puedo identificar algunas etapas. Hice un posgrado en Nueva York en Parsons School of Design, cuando volví, regresé con un nuevo concepto para el Ecuador que era el minimalismo y el uso del gris… ¡

Al comienzo todo el mundo me veía como a un extraterrestre! Con el tiempo empezaron a haber una serie de proyectos y especialmente el punto cúlmine fue el diseño de la matriz del Banco Internacional que todavía está ahí- en el que empecé a investigar y a explorar todo lo que eran los órdenes clásicos, a usar molduras y una serie de diseños, era una cosa muy disciplinada…. Después de toda esta etapa todo me parecía ya como una melcocha, demasiado azucarada, con el clasicismo y las molduras y las cenefas es muy fácil tapar los errores.

Siempre he sido muy libre en el uso del color, el color al que más miedo le tenía era al blanco, porque es el más exigente de todos. Y ahora he vuelto al minimalismo y al uso casi exclusivo del blanco, me encanta.

Pero uno pensaría que, en Casa Gangotena (uno de tus trabajos emblema) el minimalismo no va…

Tenía ahí que responder a la arquitectura de la casa, es una casa hecha en 1927, no es una casa antigua porque la original se quemó. Fue una casa muy afrancesada, entonces me ubiqué dentro de los colores y las formas de los muebles del Art Decó. La casa responde a eso y ahí sí quería crear una opulencia, pero en el uso de materiales -porque la opulencia puede llegar a ser muy vulgar- era la primera vez que tenía la oportunidad de hacer un hotel con materiales de la más alta calidad.

Todos los tapices son ingleses y claro, había una serie de molduras, los tumbados de yeso los rescatamos del segundo piso de la casa que era donde vivía la familia Gangotena. Las casas tenían estos patios donde se recibían las cosas de las haciendas; en la planta baja era el área de servicio, de una oficina y abacerías y a eso lo convertimos en la primera planta de la casa, tuvimos que trabajar el subsuelo, construir uno que no existía para que estén ahí las cocinas y con estos túneles de acceso, ese fue un trabajo muy grande.

En esa casa no hay un minimalismo, pero sí una disciplina muy marcada dentro de un estilo que no es estrambótico, no es exagerado. Con las habitaciones el objetivo era hacerlas muy elegantes y sobrias, pero los baños, sin embargo, son súper modernos… entonces hay siempre esta dicotomía.

Las otras son grandes etapas, pero hay casas que yo he hecho que son sumamente clásicas y también casas súper contemporáneas.

¿Cuál crees que sea tu marca personal en tus trabajos?
El diseño interior desde la arquitectura es completo, yo trabajo en una tercera dimensión que son cielos rasos e iluminación y ese es un plus que le doy al cliente.

Otra cosa que siempre he creído es en guiar al cliente, escucharle y no imponer, y con ciertos golpes de timón en que uno va encausando dentro de lo que ellos quieren para que sea una cosa que esté bien hecha; hago al cliente muy partícipe del proyecto, del diseño, me involucro con su vida, esto en los proyectos residenciales, en los comerciales uno cumple otra serie de parámetros.

¿Entonces, cuál es tu mayor orgullo en tu forma de trabajar?
Siempre he tenido una búsqueda personal, tengo el orgullo de decir que yo no copio proyectos de uno para otro. Respeto la exclusividad, nunca nombro los clientes incluso si publico esos proyectos. La Casa Gangotena es un caso especial porque es un hotel. Al cliente le doy una exclusividad porque el trabajo lo he hecho con él y es un trabajo muy completo, me involucro hasta el último momento e inclusive voy personalmente cuando el proyecto está terminado y cuelgo los cuadros, los ubico, dirijo las luces, es decir, completo todo el diseño.

¿Qué tan complejo es hacer propuestas de arquitectura en el país?
Es facilísimo por la esencia básica de que el cliente viene a uno por respuestas, esa es la parte entretenida, el darle la vuelta, el twist…

Hablemos de la pandemia y cómo ha cambiado a la arquitectura en lo privado y en lo público.

El teletrabajo está aquí para quedarse por razones de bioseguridad, de conveniencia. Las ciudades van creciendo y las personas aprenden a trabajar en sus casas con los niños alrededor y eso nos lleva a otro camino y ha producido un efecto muy grande en todo lo que son bienes raíces y en lo que son edificios de oficinas. La oficina se convirtió de un mega espacio a un espacio pequeño de áreas comunes; los escritorios ya no son territoriales, ya no son “mi despacho” “mi oficina” “mi escritorio” “mi archivador”. Ese es un trabajo que se ha venido haciendo hace muchos años en espacios de oficinas con estas áreas que se han llamado “playas” o espacios comunes, las oficinas de publicidad suelen usarlos para rebotar ideas entre todos y eso ahora tiene muchísima más validez, pero ya de manera más pequeña.

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