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AL BORDE: La arquitectura y el ser local
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Al hablar de arquitectura local, el equipo de Al Borde tiene una perspectiva nítida que se manifiesta como un claro hilo conductor en su actividad profesional. David Barragán, Pascual Gangotena, María Luisa Borja y Esteban Benavides empezaron su relación como estudiantes en la universidad y fue a través de varias casualidades, particularidades e intereses que, intuitivamente, se creó su sociedad.
Para conocer más sobre los procesos internos de dicho vínculo entrevistamos a David, quién reflexionó, como una voz del equipo, sobre diversos temas relacionados a una forma de pensar, dialogar y producir por y para el territorio.
Sobre sus primeros recuerdos
Nuestra conversación empezó con una búsqueda por entender cómo se creó Al Borde y cuáles fueron los procesos que despertaron su pasión por el oficio. Y si bien, los primeros recuerdos de un camino tan largo son difíciles de mantener, según David, la conexión se dio en un taller específico con un profesor que, a lo largo del tiempo, se convirtió en colega, amigo, colaborador e incluso vecino: José María Sáez. Él hizo que surja un enlace a través de una manera de ver y vivir la arquitectura. Para los cuatro estudiantes marcó un momento de inflexión en donde se evidenciaron todas las posibilidades, caminos y metodologías para esta actividad.
David: En el camino de la carrera fuimos entendiendo que esto nos conectaba con el mundo y con nosotros mismos. Vimos que tenía un sentido. (…) Pasó de ser un buen rato en la universidad a convertirse en algo real y valioso. José nos enseñó a pensar, esta es la mejor forma de explicar su metodología. No es un profesor dogmático, te enseña por otro camino. Te muestra un método paso a paso, el porqué de las cosas, y un proceso de tanto preguntar como buscar.
A través de estas memorias, quienes conforman hoy este estudio, empezaron a cuestionarse la información que habían recibido, con una evidente visión eurocéntrica impartida en la academia, en un momento en el que había escasas referencias y difusiones sobre lo que pasaba realmente en Latinoamérica.
D: En clases, vimos muy poco de Latinoamérica y prácticamente nada de Ecuador. Todo giraba hacia lo que pasaba afuera, con un sentimiento idealizado del exterior que se repetía: “acá nunca va a poder pasar”. De pronto recuerdo que en la Bienal de Arquitectura de Quito vi, por ejemplo, a Mauricio Rocha de México o a Solano Benítez de Paraguay y eso fue un shock. Entendimos realmente que podíamos producir desde nuestros territorios, creando lenguajes propios, y entendiendo nuestras raíces, valores, patrimonios, materiales y construcciones. Logramos entender que la arquitectura no se fundamenta en lo que está afuera y en pretender construir como lo hacen en otros lados, sino en una búsqueda de algo propio.
El significado de ser local
Partiendo de las reflexiones de la memoria, continuamos el diálogo con una pregunta que abrió camino a una postura que establece un lenguaje específico en sus acciones. Esta intención, donde el significado de ser local pretende provocar oportunidades y decisiones que marcan la obra del estudio, se manifiesta en diversos niveles y profundidades en los procesos de la oficina. Así, resulta evidente que esta connotación es fundamental para los cuatro arquitectos al momento de pensar y proyectar.
D: Para nosotros ser local ahora ya no implica necesariamente hacer algo en Ecuador, responder a las condiciones del país o a que somos de Quito y trabajamos aquí. Ser local implica responder con esa misma intensidad y con esa misma búsqueda en cualquier parte del mundo. Primero, desde lo obvio, lo ambiental. Si yo produzco local, implica que estoy teniendo un menor impacto en la zona porque estoy evitando desplazamientos. La huella de carbono por movilización es automáticamente menor, así de sencillo. No necesito una consultoría para que me diga que si uso materiales locales la reducción de impacto será mayor. Es una forma de aproximarnos a la sostenibilidad en un mundo que cada vez acelera su destrucción.
Añade que esta perspectiva permite el descubrimiento de posibilidades que no se limitan a un territorio. Tanto en un proyecto en Emiratos Árabes como en Estados Unidos, Chile, Perú o en la selva, la producción local permite el uso de materiales que generan un bajo impacto. Además, la mano de obra de la zona permite el acceso a saberes constructivos únicos y a impactos sociales relacionados con la producción de empleo.
D: Entonces, lo local nos lleva a todos los niveles. Nos permite entender que si alguien de la zona sabe construir, implica que tiene un saber que usualmente fue transmitido de manera oral y, de esa forma, fácilmente puede perderse. (…) En todos lados, los sistemas vernáculos se han ido perdiendo y cada vez menos gente los conoce, así entendemos que lo local es también parte intrínseca de ese ADN que desaparece. Esa lógica se ata a todo: a lo social, económico, político, cultural y arquitectónico. Eso comienza a establecer un lenguaje específico y ya no podemos desvincularlo. Hace que cada producto sea único en cada lugar y que un proyecto no pueda estar en otro lado.
Según David, el equipo mantiene un profundo interés en mantener los fondos del proyecto dentro de la zona en donde se emplaza como una medida para evitar la hiperproducción. Esta práctica, para ellos, tiene la intención de influir en la dirección de la economía de manera consciente, mediante el uso de los recursos locales y la redistribución de la riqueza, buscando así alcanzar condiciones de mayor igualdad y mejor calidad de vida para todos.
Matar al padre y escoger bien a tus héroes
Para este arquitecto, las actividades creativas tienden a tener dogmas, a seguir a personajes y a obras sin telas de juicios, sin miradas críticas y, sobre todo, sin cuestionamientos que para Al Borde son fundamentales. Matar al padre y escoger bien a tus héroes nace de la idea de replantearse lo que se enseña como absoluto para emprender búsquedas propias.
D: Se basa, nuevamente, en eliminar los dogmas. Tenemos a estos héroes en un altar del que no se les puede tocar ni mover. Empezamos un proceso de desaprendizaje en muchos sentidos, y más que desaprender, aprender otras cosas. (…) Lo más interesante para nosotros fue encontrar esos nuevos héroes en otros lugares, buscar esas referencias propias. Matar al padre es lo más importante, de lo contrario siempre vas a estar atado. Y eso tiene que ver también con quién nos relacionamos, hacemos red y equipo, cómo comenzamos a crear nuevas referencias y hacia dónde ver. Todo está ahí.(…) Se debe generar un pensamiento libre. Hoy estoy en un proyecto, con esta información, en este sitio y mañana esta información puede ser totalmente diferente pero igual de válida. No estamos casados con nada. Nos mueve mucho la lógica de ese estar en estado de libertad y buscar hacia dónde queremos caminar.
¿Qué quedará?
Para concluir la entrevista le planteamos una hipótesis: si imaginamos un viaje en el tiempo y en el futuro las personas estudian y analizan la producción arquitectónica contemporánea, con lo que pasó en el 2024, ¿qué dirían?
D: De pronto sentirán que nos hemos vuelto muy genéricos como sociedad, podrán ver el mismo edificio construido en Lima, Quito, Estados Unidos, India. Verán que hemos dejado de buscar arquitectura para nosotros mismos y comenzamos a buscar lenguajes genéricos de identidad global. Pensarán que todos éramos iguales. “Se olvidaron de sí mismos” dirán. (…) Están pensando en rentabilidad, ya no en la gente.
Finalmente, bajo la misma interrogante, la respuesta de David expone, intuitivamente, la forma de pensar, ver y hacer arquitectura de Al Borde. El ser local puede interpretarse entonces como una propuesta para desaparecer:
D: De nosotros no quedará mucho, eso es algo que espero. Trabajamos y pensamos en cómo producir con materiales que puedan degradarse en el tiempo. Proyectos que se puedan degradar, paredes de tierra que se puedan absorber en el piso… Quedarán por ahí un par de vidrios y cimentaciones de hormigón, pero lo que espero es que todo lo que hagamos rápidamente pueda desaparecer. En nuestro caso, va a ser difícil de saber, la ruina va a quedar reducida al mínimo porque todo el resto va a degradarse y eso es lo que buscamos constantemente: reabsorber y volver al ciclo. Empujamos para lograr la máxima capacidad de reinserción de los materiales en la propia naturaleza.