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Fotografía: el movimiento de la memoria María Fernanda García Freire

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But what about our memories, the memories of those who depend on images? 

Louise Glück  

por Camila Peña

Dentro de las definiciones de identidad se encuentra la de entender al ser humano como un narrador que se  cuenta historias a sí mismo para hacer comprensible su existencia. ¿De qué están compuestas esas historias vitales? De imágenes. Cuando pienso en mi narrativa personal recuerdo una imagen de dos niños rodeados de peluches, un objeto que “habla su propia lengua nítida”. La fotografía de la ecuatoriana María Fernanda García presenta matices en los que las imágenes son actores simbólicos, biográficos y sociales.  

 

Tres preguntas introducirán a María Fernanda esta vez: su percepción sobre los paisajes, los rostros y el movimiento. Sobre la primera, su interés se relaciona con los paisajes internos, esas imágenes que a través de un lenguaje material definen la identidad de una persona; cuando piensa en rostros habla de la mirada humana, esa que dice “estoy aquí, estoy presente, existo”. Por otra parte, el movimiento es un elemento central en su obra, como punto de partida conceptual con su interés por la migración y como cambio íntimo en procesos como la maternidad. Dice: “cuando pienso en movimiento, pienso en transformación”. 

María Fernanda se graduó en Artes Visuales en la Universidad de Cuenca y al mismo tiempo estudió Antropología en la Universidad Politécnica Salesiana. Realizó un diplomado en fotografía en la Academia de Artes Visuales en la ciudad de México y recibió una beca para realizar una maestría en Artes Visuales con mención en Fotografía Documental en la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica. Su acercamiento a la fotografía inició en la infancia con una cámara fotográfica regalada por su abuelo, también fue importante estar rodeada de antigüedades y escuchar a sus padres analizar  y describir obras de arte antiguas.  

A continuación tres de sus proyectos: 

Migraciones

Fátima es una migrante musulmana que le pidió a María Fernanda ser retratada frente al mar, vestida de rosado, en el lugar que más amaba de Cape Town, Sudáfrica. Esta fotografía forma parte de “Migraciones”, un proyecto en el que la vida de cinco mujeres migrantes se entrelazan. Enredarse, entrelazarse, mezclarse: estar vivo en el mismo planeta; esta obra se crea a partir de la teoría del enredo en donde se plantea la dependencia que tienen nuestras vidas, sin importar cuán diferentes parezcamos.  

 

María Fernanda dice que Fátima se sentía libre y segura en esa playa, en un contexto en el que muchos migrantes morían en el intento de  llegar a Europa y en una nueva ola de xenofobia hacia los migrantes africanos. La repercusión de esta fotografía, que se publicó en medios como el Washington Post, y de este proyecto en general, es su abordaje: la igualdad en la diferencia, la horizontalidad desde la cual se puede mirar mejor.  

Este proyecto fue una red que se tejió despacio. María Fernanda llegó a un barrio pequeño, con mucha violencia y supo desde un inicio que una manera de sostenerse era la amistad con otras mujeres. Su trabajo inició con lápiz y papel, conociendo lentamente, aplicando la regla de la fotografía documental de la población sudamericana negra, creada a partir de la explotación mundial de sus imágenes: conseguir permiso para retratar a sus habitantes en un proceso consensuado. 

Conocer

Sophie Calle es una artista conceptual francesa que para crear un proyecto siguió a una persona desconocida hasta otro país, hasta el punto de subirse a un avión e irse con él, y fue la inspiración de “Conocer”. María Fernanda realizó esta serie en México cuando la sensación de extrañeza y de sentirse turista todavía estaba muy presente. Subía al metro de mujeres y seguía el recorrido de una extraña hasta ver en dónde se bajaba y conocer, a través de sus espacios, un México distinto.  

 

Define esta experiencia como un juego en el que se sentía segura y en el que la intimidad ajena le permitió dejar de sentirse lejana.

Cuando la casa se hizo polvo azul

Una tonelada de polvo azul añil conservada por su abuelo, como metáfora y rescate poético. Al regresar de Sudáfrica, María Fernanda fotografió la casa de sus abuelos que tuvo que ser vendida al surgir una crisis económica. Estuvo presente en todo el proceso y observó el cambio de hogar de dos seres amados después de cuarenta años de vivir en el mismo lugar.

El vestido de novia de la abuela, los libros, los papeles del abuelo, la televisión; todos estos objetos fotografiados en un proceso triple: el de asimilar su presencia física y su capacidad de interacción con el mundo y los sentidos; el de la fotografía en sí, con la ficción personal como realidad y la decisión de la imagen elegida; y el de convertirlo todo en polvo azul para así rescatarlo por siempre 

Memoria

De mi conversación con María Fernanda me quedan muchas ideas como flores firmes, la primera es la concepción de la migración como un proceso que exige creatividad y lo fantástico de reinventar la propia vida. Segundo, la fortaleza de los objetos, con el ejemplo de sus amigas en Sudáfrica que necesitaban llevar fotografías físicas consigo todo el tiempo como esos espejos materiales a partir de los cuales su identidad se veía reflejada. Tercero, la posibilidad de que la mirada a través del lente, se reconozca en el otro.  

 

Si tuviera que definirse con un color, María Fernanda sería el azul.  

Su flor favorita es la “tres de noviembre” que nació recientemente en el jardín de su madre.  

Ella sabe que las palomas bajan a las tres de la tarde y que alguien les da de comer.  

La Antropología le sirve como una herramienta que crea una mayor profundidad en sus fotografías.  

En sus proyectos casi siempre se puede encontrar a una mujer de espaldas. 

Le gusta observar, crear escenas y prestar atención a los detalles como una manera de vivir. 

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