Ernesto Arbeláez: un biólogo dedicado a la protección de la vida silvestre


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Llegamos al Bioparque Amaru para conversar con Ernesto Arbeláez, biólogo y director ejecutivo de este centro de protección de vida silvestre. Nos sonríe e indica que será nuestro guía por un concierto de sonidos al unísono de varios animales. Cuenta que su interés por la fauna surgió durante su infancia y que cuando era estudiante de colegio supo que su sueño era protegerla.

En el 2000 hizo un año de intercambio en Estados Unidos, donde fue asistente de un doctor en Biología que se especializaba en el estudio de serpientes y reptiles en la zona sur de Texas y Arkansas. Luego, decidió estudiar biología en la Universidad del Azuay en el 2001 y en el 2002 se convirtió en el director del Bioparque Amaru. A partir de eso, participó en cursos de especialización en manejo de poblaciones y proyectos de conservación en parques zoológicos en Ámsterdam en el 2007 y 2008. También se involucró con la American Zoo Association (AZA) en la conservación de reptiles y fauna en peligro en 2012. Desde ese mismo año, es docente de un programa de capacitación en un college en Oregón en donde imparte el curso «Biodiversidad del Ecuador”. 

Muchas personas sienten una aversión y fobia por los anfibios y reptiles, que se ha perpetuado por el prejuicio de que son venenosos, visualmente no atractivos y se desconoce su función dentro del ecosistema. Ernesto fue hipnotizado por estas criaturas tan incomprendidas como temidas. Aunque reconoce que el miedo que se tiene, por ejemplo, por las serpientes, es una respuesta natural que se pueda rastrear incluso en los genes del ser humano. Considera vital revisar ese pensamiento y entender que son más beneficiosas que peligrosas, puesto que son eficientes depredadores, que consumen plagas u otros seres dañinos para los cultivos. 

Bioparque Amaru

Ernesto nos explica que los zoológicos han tenido una mala reputación históricamente, debido a que eran utilizados para exhibir el poder y la riqueza de los reyes. En las últimas décadas, algunos han cambiado su enfoque hacia la conservación. A pesar de ello, aún existen lugares que solo exhiben animales y no cumplen ninguna función de preservar. Por el contrario, Amaru se enfoca en brindar un refugio para la fauna terrestre vulnerable y dar una segunda oportunidad a las especies que acoge. 

Ernesto: Quisimos ponerle Bioparque porque es un parque que promueve la vida. Buscamos incitar el aprendizaje y el conocimiento sobre los seres vivos, en un entorno natural y orgánico. De esa forma transmitimos que los que habitan los bosques, no deben estar detrás de jaulas o en las ciudades como ornamento ni viviendo en ambientes humanizados. Tratamos de ser lo más nativos, para darles una casa provisional.

A lo largo de veinte años se ha podido sensibilizar a más de un millón de personas que transitaron por el parque y pudieron valorar el origen de las diversas especies. A la par, se han generado programas educativos que año tras año desarrollan con escuelas y colegios, lo que convierte a este espacio natural en un aula presencial para más de 250000 estudiantes y 5000 universitarios. De igual forma, tienen instaurado un programa de voluntariado y han recibido alrededor de 2000 voluntarios del Ecuador y el mundo.

Amaru protege bosques y selvas en los Andes y la Amazonía, invirtiendo sus recursos en el cuidado de áreas de vida animal, incluyendo una reserva en Molleturo. El Bioparque se sostiene gracias a las visitas, acuerdos con otras organizaciones, proyectos internacionales, y donaciones. Entre sus principales benefactores cuenta con el zoológico de Filadelfia, el aviario de Pensilvania y la Fundación de Leonardo DiCaprio, que se preocupa enteramente por la protección de los anfibios.

 


Biofilia o amor por naturaleza 

Gracias a Ernesto aprendemos un nuevo término: biofilia o la conexión del ser humano con la naturaleza. Cuando le preguntamos qué es lo que más le alegra de su trabajo, nos dice que escuchar los sonidos de los animales mientras camina, al igual que ejecutar expediciones en búsqueda de nuevas especies no documentadas. Todo esto se convierte en una suerte de terapia para este biólogo que se mimetiza a diario con un mundo natural, vivo y sonoro.

Arbeláez nos explica que en Amaru existen alrededor de 95% de especies nativas del Ecuador y muy pocas exóticas como los leones africanos, los pavos reales, avestruces, lagartos y la serpiente pitón. Estos fueron rescatados y llegaron al país de forma ilegal. Hoy en día, conviven juntos dentro de instalaciones condicionadas y aclimatadas, que se han convertido en una suerte de nuevo hogar.

La relación ideal entre humanos y animales debería ser de armonía y respeto, para mantener el equilibrio de la naturaleza. Para cuidar cada especie requiere un enfoque especial y compromiso. Por ejemplo, nos comenta que manejar cóndores es un proceso complejo, ya que, aunque se tenga un huevo, no se puede garantizar que nazca. Manejar serpientes venenosas también requiere mucha disciplina y tratar a diario con grandes carnívoros como osos, jaguares y leones puede poner en riesgo a los colaboradores. 

 

Cada uno de los que conforman este centro de protección animal cumplen una función activa y clave en la ejecución de cuidados, a la par que velan por estas vidas. Al preguntarle sobre sus metas o sueños con respecto a este lugar, confiesa que sería mejor la no existencia de Amaru, porque eso demostraría que los seres humanos viven de forma pacífica y que no hay una destrucción masiva de hábitats o bosques. Sin embargo, todo esto solo queda en una idealización o sueño.

Terminamos nuestra conversación con cierta esperanza, porque en los últimos años se ha logrado un cambio en la psiquis de las personas. Los animales han dejado, en alguna manera, de volverse objetos decorativos o de contemplación, y él considera que se ha educado mucho a los visitantes. Nos vamos convencidos de que la única manera de apelar por la vida, es preocupándose por todos los seres que conforman el mundo. Es vital entender su relación con nosotros de una forma simbiótica, solo así podremos proyectar un futuro más significativo.